Luis Enrique Aguilar Pereda

EL SILENCIO ESTÁ HABITADO
El norte de México está cubierto de silencio.
Miles de kilómetros repletos de arena y ojos cerrados:
un extenso anecdotario de historias humanas
que se vuelve invisible tras el velo del miedo.
La prosperidad de unos cuantos opulentos
se yergue por encima de los lamentos
y las ausencias que no serán nombradas.
Ese silencio del norte es más grande que su desierto.
En estas tierras yermas, la documentación d
e las consecuencias de la violencia irracional
me obligó a voltear la mirada a esas personas
que día a día sobreviven a este escenario desalentador.
Testigos que se alejan del fragor y el oropel,
son sobrevivientes de una ciudad industrial
que nunca se calla, entre la estridencia productiva
y el grito permanente de promesas de riqueza y oportunidades.
Personas que guardan su silencio,
lo atesoran, esperando el día de volver a tener voz y palabra.
Son imágenes que no rompen el silencio,
quizá incluso lo prolongan,
pero lo revelan habitado,
lo retratan de pie, de frente al ominoso futuro.



















